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1152. Zenobia

Recordamos a Zenobia Camprubí Aymar (Malgrat de Mar, Barcelona, 31 de agosto de 1887 – San Juan de Puerto Rico, 28 de octubre de 1956) en el aniversario de su fallecimiento.


“No sé a quién se parecería. Con quién compararla. Con quién medirla. Qué calificativos aplicarle una vez que, dentro de su tránsito de vida, me la encuentro desnuda y sola en su amplitud de ser vibrante, candela inagotable, rescoldo que nace y se renace en los abrazos y risas múltiples de entrega interminable. Zenobia Camprubí no es un nombre atado en la nada. Una viajera con fulgor de espumas, ni siquiera el oleaje que viene y va, es el todo posible, es el permanente imposible que calma e impulsa, es el fragor de las estancias más cálidas, es el retorno deseado, es la longitud de la caricia.

Una vez dentro de ella, mirándola por los ángulos de su pulso constante, creeremos que no sólo se sostuvo firme en la proa del vivir, sino que supo atar todos los vientos, que manejó el timón del sueño con la firmeza y la esperanza de la llegada al mejor puerto, a cualquier puerto, a cualquier lugar para recomenzarse como quien nace cada día. No la busquen en la desolación y el desamparo.

Multiplicada hacia todas las corrientes, la entrega no es su palabra, ni la desembocadura a ningún río del desaliento. Armó abatimientos y tejió el gran paraguas protector para aquellos que caminasen en su mismo camino. Entendió el desprendimiento como una filantropía necesaria de la especie. Intuyó la luz que le acompañaba sin dejar de ser la luz que poseía. Zenobia Camprubí no termina su biografía en el lugar de los olvidados. En cada acercamiento a sus pasos se nos reverdece, cada vez más florecida sintiéndola transparente y silenciosa por un jardín de palabras. Tuvo la poesía necesaria en el arcón más cercano y la palabra exacta casi brotada en su piel. Siempre se despojó con la fuerza de lo incontenible.

Hurgó entre las luces y evitó las sombras. Recogió tras las lluvias las mejores aguas. Filtró la sustancia de lo que era para darlo en la dosis precisa. Miró lejos y distinguió la profundidad del compañero.

No retuvo su tiempo, lo vivió, lo encapsuló para entregarlo con su medida. Conductora de su época, se anticipó a las estaciones y estas la recompensaron con la constancia inagotable de una mujer para todos los tiempos.

Sencillamente Zenobia.


Antonio Ramírez Almanza
"Cenobia Camprubí con luz propia"
(Centenario de la estancia de Zenobia en La Rábida)
Edición de la Fundación Zenobia-JRJ y la UNIA. 2009










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